enero 28, 2005

De compras

Mi mamá, hace algo más de un año, se hizo de la costumbre de ir a la feria cada martes y viernes, a pesar de que en el Jumbo, las frutas y las verduras no tienen comparación, resulta que después de que se jubiló, comenzó con las típicas rutinas de una dueña de casa.
Ayer se me ocurrió acompañarla, en busca de una señora que vende revistas de manualidades (ando tras modelos de punto cruz), me salió levantada temprano y todo, a las diez ya estaba en pie (toda una proeza si consideramos que cada día me despierto a eso de las 12.30; pero me fue mal en la búsqueda de la "casera" con revistas, por lo que me di en la tarea de observar como funcionaba el cuento.
Al lado derecho, todo lo que es alimento, al izquierdo, ropas y demases (no comestibles) y, abriendo y cerrando la fila india de almacenes improvisados (con sus fierros y toldos ensamblados momentáneamente), los feriantes esporádicos, con sus cachureos, desde un juguete del Mc Donald’s (a $300, los de Mickey, snoopy u algún otro mono conocido que valiera la excepción de semejante suma de dinero), hasta motores que sepa Dios si funcionaban; y así, se ve todo tipo de cachivaches, hasta guarisapos encontré en el camino.
A pesar de que se trata de un comercio bastante más rústico que la acostumbrada rutina del supermercado, no deja de sorprenderme la civilización de la gente; cada feriante anunciado sus productos, la gente caminando sin atropellarse, los perros cruzando tranquilamente la selva de piernas, los encuentros de vecinos (de este barrio o del barrio de en frente); y el que la feria es una costumbre del año de la pera, lo hace un evento aún más sorprendente, como punto de encuentro, de personas y de especies.
Después de hace algo más de un año, mi mamá ya tiene a sus caseros, que la dejan elegir los productos; mientras tanto, yo voy a tener que tomar un curo de cómo tirar del carrito de feria sin que me coma las hawaianas y definitivamente voy a ir más seguido, con el único fin de que me digan "mi reina".

enero 23, 2005

Entorno

Santiago transformándose en una "ciudad moderna" y resulta que el otro día se me cayó una cana (o sea, ya no solo me salen si no que tengo tantas que llegan a caérseme) y entonces, a los 19 años (tantos años), se ve como los lugares de la infancia van desapareciendo, no solo transformándose, si no que siendo aplastados por toneladas de cemento.
El sábado, evitando la infernal alameda y con el fin de llegar a Bilbao pasando por el Movicenter (en busca de tatu nuevo), uno hace recorridos extrañísimos y se encuentra con lugares familiares (como la casa de un ex ministro que en su patio tenía un caballito de madera, esos extraños recuerdos) o pasando por Exposición (en Estación Central) y ver en el suelo los escombros del supermercado Uriarte, ahí casi me dieron ganas de llorar, no porque tenga una imagen clara del lugar, pero algo trae la imagen mental del lugar oscuro, solo alumbrado por los rayos del sol que entraban por las ventanas del techo y entonces uno se acuerda de ese Santiago con las micros de colores, las protestas de la USACH (cuando vivía en la calle Ruiz Tagle y entonces, mi mamá y yo nos bajábamos del metro, con el letrerito amarillo que, me imagino, decía Estación Universidad de Santiago, pero como en la superficie, en la Alameda estaba la crema, el metro no paraba ahí y había que subir caminando desde Pila del Ganso, que en los letreritos rojos de la estación salía un pato bien raro que parecía embarazado).
Y es cuando uno se da cuenta de que es bien raro esto de crecer en la ciudad capital, donde nada es perdurable, "yo venía a esta plaza, donde habían unos juegos y ahora está el Café Literario" o "Dónde está esa carretera, había un supermercado y yo acompañaba a mi papá en su furgón Suzuki celeste del ’81"; sin embargo, debe ser infinitamente más duro para quienes han sido expropiados y sus casas, que quedaron paradas después del terremoto del ’85 sean demolidas en diez segundos.
Es que estoy acostumbrada a oír relatos de la niñez de mis papás en el sur y que mi mamá me diga en esa casa y ahí esta la casa o que mi papa me diga en ese cerro y ahí está el cerro y entonces yo diga en ese parque y pasen 20 autos y 3 camiones por minuto.

enero 17, 2005

Dulce Sr. Enero

Al fin se puede llegar a ese punto en que uno se burla de los días que, en otro mes que no sea enero y febrero, se burlan de uno.
La hora de la venganza, con festín de comida china un domingo a las 12 de la noche o un lunes de duro recogimiento meditativo hacia la vida de los chanchitos de tierra. A estas alturas se disfruta en como las vacaciones se convierten en una especie de lujuria hacia la pereza, en que ya no queda nada por hacer, lo pendiente, lo guardado para la época del tiempo infinito ya se hizo. He aquí el grandioso punto en que el libro pesa mucho, la televisión hace que duelan los ojos, los controles del nintendo cansan a los dedos, el blockbuster está demasiado lejos y entonces, se vive increíblemente, en un punto invisible entre el ocio entretenido, rico, interesante y el peligroso tedio de desear hacer algo y las tardes se pasan en el patio, recordando la infancia (esa, no tan lejana), quemando papeles con la lupa, en concienzudas conversaciones con mi hermana de once años, llenando con agua o piedras botellas y para armar torres con ellas o balancéandoce en la hamaca y mirando, y sacándoles pica, a la laboriosa vida de las hormigas.

enero 06, 2005

Finalmente.

Ahora toca esperar hasta marzo, el 1°, bienvenida mechona, el 2 a Introducción al derecho I. Resulta que la niña que odia a los críticos, a los abogados y a la gente hueca (aunque a estos últimos les tiene más lástima que odio, lástima sarcástica, pero lástima al fin y al cabo), se le ocurre entrar a Derecho con la remota esperanza de que le llegué a gustar. Resulta que tiene que dejar guardado, dobladito y pulcro su delantal blanco, su plata para el estetoscopio rojo (burdeo), archivar sus fotocopias con células y microorganismos y sustituir los libritos de química y biología por códigos azules de la República de Chile; no sabe que hacer con su osito y su vaquita de delantal blanco, con su sueño de médicos sin fronteras, con sus deseos de seguir sorprendiéndose de cómo funciona la perfecta maquinaria humana.
Espera encontrarle sentido a lo de las leyes, cómo le hace, si no cree en la justicia; deberá encontrarle la utilidad al cuento, buscar el sentido social; deberá aprender a leer y a pensar, a hablar y a vestirse bien (eso es lo que más le duele).
Ahora queda la Cruz Roja o la Defensa Civil, ser tía cuenta cuentos, no faltará como ayudar al enfermo o como entrar a un hospital y ser útil, esa era la gran utopía.
Ya no puede ser el Quijote, tiene que bajar a la realidad y guardar lo del sueño imposible en el estante, junto a los otros libros por los que defendió la idea del "Seamos realistas…", se va en retirada, con la certeza de que dio una buena batalla, se guarda sus conocimientos para cuando su hermana tenga dudas de biología, de química, de física, porque sabe que sabe, pero que estúpidamente no pudo contestar bien 80 preguntas y se muerde la cola porque, a pesar de todo, no pudo aprender matemáticas.
Se sube al tren, al último vagón, para ver, alejándose, como se mueve la vida que siempre soñó vivir.

Espero que sea la última vez que lloro por el tema, ya estoy sintiendo patético esto de la autocompasión.

enero 02, 2005

Balance

"El gato negro
me miró asustado,
como la suerte"

He aquí un haiku que escribí a fines de la época de colegio, aquella linda época en que aún escribía y en que casi todo me resultaba, digamos que la suerte me sonreía (al menos en los ámbitos relevantes, los de esos años). Nunca pensé que iba a ser tan feliz cuando se acabara el 2004 (FELIZ AÑO NUEVO A TODOS LOS QUE PASEN POR ACÁ), pero gracias a los Honorables este fin de año se ha convertido en una seguidilla de sucesos que cualquiera desearía olvidar, y resulta que si unimos todo este año de locos (cumpleaños, no quedar en med, congelar, perder el tiempo en preu, no volver a quedar en med, que mi amiguitos, a los que también impulsé a congelar sí quedaran en med y un año nuevo con una espinilla que me está matando) puedo concluir que definitivamente Dios se está haciendo el sordo conmigo y que así no se vale, por lo que no espero mucho para este nuevo año, digamos que estoy asumiendo mi calidad de humana, o sea, poniéndole el hombro al sufrimiento y al fracaso y a la sordera del que, hasta hace un año, evitaba todo aquello.
Será tarde para un balance, pero estaba en el sur, con la mente ocupadita llegando a tales conclusiones y quejándome de, como dice mi doc "un doloroso absceso" o, como digo yo, una espinilla espectacularmente grande (realmente mi suerte podría ir mejor)
Entonces, comenzamos:

80 y tanto kilos
1.64 mt de estatura
10 dedos
4 extremidades
etc.

SALUD:
3 resfriados
2 abscesos
Total: 5 descuidos de mis anticuerpos.

AMOR:
Enoramientos diarios (lo que da un total de 360 aprox.)
2 enamoramientos de veritas (semestrales)
Total: 362 placeres.

DINERO:
69.000 y tanto por concepto de matricula.
170.000 y tanto por arancel (multipliquese por 5)
y más plata por preu
Total: harto harto

ESTUDIOS:
1 semestre en Obstetricia en la Chile
1 semestre de preu
Total: aprendizaje vasto, organización de ese aprendizaje.

AMISTAD:
100 compañeros nuevos en la U
40 compañeros nuevos en preu.
3 amigos nuevos
Total: aumento de las probabilidades de encontrar lazos con menos de 6 grados de separación.
3 amigos.

OCIO:
2 series nuevas
varias visitas al cine
1 ida al teatro
Total: encuntro con el 7mo. Arte, disminución drástica de teatro.

FAMILIA:
Nada nuevo bajo el sol
Total: algo que quede bueno todavía.

Eso, fin del balance anual.-