junio 26, 2009

Yo sé leer


Hace poquito terminé el libro de Piglia, "El último lector", no sé como llegué a él, si por recomendación de Edwards (hace tres años en un curso perdido que hizo en la Escuela) o por Vila-Malas, que me recomienda harto, pero leo poco (a excepción de gastar 10 lucas en el diario de Dalí y valió harto la pena).

El tema es que con "El último lector", se me generaron varías imágenes con las que sigo pegada (digamos que es acorde con mi tendencia al monotematismo); pero son principalmente dos, primero, la existencia y necesidad de la luz nocturna, por medio de las lámparas, para poder leer; y, segundo, la soledad como condición necesaria para dedicarse al oficio de la lectura.

Pero quizá, lo más potente, digamos, lo supra literario de las imágenes de Piglia (o de mis imágenes creadas por Piglia), dicen relación con el acto-hecho-circunstancia de saber leer. Personalmente no le encontraba utilidad a saber leer (capital cultural le llaman) hasta que por alguna razón llegué a "Montevideanos" de Benedetti, de ahí, empezó una historia de come-libros que, el que esté ad portas de egresar de derecho (antro intelectualoide), refleja la cúspide del encuentro de una utilidad tardía. Pero el análisis va un poco más allá; recuerdo el seminario de Bobbio, cuando Agustín Squella (el liberal tipo al que aspiro), decía que de qué le sirve a una persona que no tiene qué comer y que pasa frío, contar con libertades tales como la libertad de expresión o la libertad económica; y de a poco, voy captando (racionalizando) el discurso de cuan importante es la educación.

El otro día le explicaba la Ilustración a mi hermana y me decía que le hubiera gustado haber vivido en esa época de tanta revolución ideológica... le dije que no, porque, era mujer y hubiera sido pobre.

Del libro de Piglia, estructuralmente, creo que los relatos más magníficos son los Kafka y los del Che (opinión muy personal, que quizá proviene de mi reticencia a la novela policial); y, de éste último, cuenta, no sé si anécdota o la historia más conocida del Che (digamos que no soy una docta en gente amigui de Fidel y tampoco he visto "Historias de Motocicleta"), que lo último que dijo a Julia Cortés, la profesora que le llevaba el plato de comida a la sala (aula), mientras estaba preso en Bolivia la noche anterior a su muerte, fue corregir el hecho de que la frase que estaba escrita en la pizarra y decía "yo se leer" (sic), a la e del se le faltaba el tilde. La corrección del lector empedernido, del que durante el viaje y el movimiento con la guerrilla, se detenía a leer; lo que se conjuga con la tesis de Piglia, del Che como un escritor frustrado; la corrección precisamente en una frase que abre mundos, que permite el pensamiento, el desarrollo del raciocinio, la real experiencia que surge del poder decir "Yo sé leer".

Lo siento, no me dio para escribir sobre Michael Jackson.

2 Comments:

Anonymous Dante said...

Yo si se quien es el de la foto de la polera.
Uno de los mayores asesinos intelectuales y prácticos y el mayor hijo de puta que América le ha dado al mundo.
Un autentico sembrador de odio.

sábado, junio 27, 2009 9:05:00 a. m.  
Blogger Constanza... said...

buen post y comparto, pero de pronto es dificil entender tanto comtexto junto.

domingo, junio 28, 2009 1:27:00 p. m.  

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