abril 25, 2005

Cambios acaecidos en estos varios últimos días.

“La Universidad te cambia”, es una frase que me viene siguiendo de hace rato, (bueno, la vida en general te cambia, pero ahi se me hecha a perder el post) desde cuando veía las variaciones éticas y estéticas de mis pares, de quienes salimos al mundo académico superior el año 2003; algunas cambiaban para mejor, otras para peor y en otras se exacerbó lo que se intuía desde el colegio. Pero ahora la variación será otra, “Derecho te cambia”, recién llevo mes y medio en la escuela y ya han habido cambios casi radicales, pasé de bañarme dos días a la semana, a hacerlo día por medio; pase de mi tomate característico, a la media cola; pasé de que me gustaran los tipos pelados peludos, con 20 años de diferencia y todos normalitos (ojos café y pelo negro) al tipo sin futuro calvo, con 2 años de diferencia y todo lindo (ojos claros y pelo castaño); pasé de hacer la mitad del puzzle de “La Tercera” a hacerlo casi completo; estoy pasando de un –0.1 dioptrías en alguno de mis ojos a mil menos en los dos; pasé de hablar de miocitos y nombres de bichos raros a hablar de las teorías de Kelsen, Hume, Hobbes, Weber, etc.; pasé de levantarme a las 6.30 a levantarme a las 7.15; pasé de sentirme incomoda (la comparación del gato a mirando a la pescadería) a sentirme demasiado cómoda; pasé de tener compañeros (o compañeras en su mayoría) de un puntaje PSU desde 730 puntos aproximadamente a tener compañeros puntajes nacional; pasé de tener cero compañeros institutanos a tener demasiados (y a extrañamente juntarme mucho con ellos, como que lo que nace en la base es proyecta a la U y al infinito y más allá);estoy pasando de analizar a pensar; pasé de leer un libro cada tres meses a leer uno cada dos días; y seguiré pasando de unas cosas a otras, pero todavía falta lo más complicado, lo más extraño, lo más radical, el vestirse de señorita, peinarse y ponerse zapatos, eso va a ser gracioso, demasiado gracioso, y de verdad creo que podré ratificar lo que me dijeron hace un tiempo, que aunque no se quiera, la carrera marca demasiado a una persona.

abril 20, 2005

THE END

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Y ya, está, se acabó "La Granja", la idea de este post no es comentar lo bueno o malo del programa (ya me han hecho comentarios de "como ves el reality, vive tu vida", o "no, como puedes ver eso tan comercial" y cosas por el estilo, pero bueno, lo veía y qué), el punto del post es para decir lo extraño que pasa por esta cabeza cuando cosas televisivas se acaban, cosas de esas largas, tipo teleserie (generalmente teleseries), porque es como cuando una compañía se va, se acaba, extraña sensación, no solo que termine (que más da un programa de tele), si no que con él se viven cosas, tengo que llegar a ver machos, hay que grabar betty la fea, hasta las 11 porque empieza CSI, apurate que ya empieza Mad About You, y cosas así.
Algo parecido ocurrió con el termino de "La Granja", si bien no andaba toda histérica por verla (como si ocurría con los programas antes nombrados), es un tema que acompañó desde enero, y veamos lo que ocurría en enero!, calor, vacaciones, desiciones; febrero, aun vacaciones, mi ratón que aun vivía, el campo, el sur (el sur!, el constructor civil de Chillán!), el tiempo, la mala opción de derecho, la gente que se reunía a mirar a Longton y me odiaba porque me gustaba Gonzalo; marzo, de vuelta a casa, entrar a la U nueva, las depresiones nocturnas, las primeras lecturas; abril, la alegría con el ambiente de la escuelita, la irrumpción del niño de los bototos, la primera nota, el arduo estudio que no me dejaba ver el programa.Y anoche, con un hoy sin prueba, pude ver la final, pude ver como se acaban los más de cien días (que Lagos reiteraba y reiteraba), y ya, se acabó, ya fui testigo de lo que en diez años más van a mostrar como la televisión del recuerdo, con protagonistas que serán olvidados (alguien sabe que fue de Pablo de Conquistadores del fin del mundo?, "la esencia misma del ser profundo"), y así vendrán más y más cosas que alimenten la cabeza de televita y que cuando terminan, hacen presa de la nostalgia, por lo pasado con la tele como telón de fondo.

abril 15, 2005

Frase-cita

Hoy en la estación de metro Universidad Católica leí la siguiente frase: “Sabías que el ser urbano está en permanente búsqueda del balance entre la ciudad que habita y el alma que lo habita a él?”, en un panel que próximamente tendrá no sé que cosa, aunque sería mucho mejor que se quedara con esa frase por harto tiempo más.
Cuando la leí me bajó una especie de nostalgia (aunque no sé exactamente como definir el sentimiento), un oasis dentro de la felicidad imperante de estos días, a excepción de hoy, en que tuve la primera prueba que me va verdaderamente mal desde que entré a la escuelita; y la leí justo cuando me ando sintiendo toda urbana, solo por el cuento de estar metida en un mundo eminentemente urbano (y todo intelectualoide), que, como me dijo hoy Ángel (que lleva muy bien puesto su nombre, es un tipo que me calma, que con solo hablar me relaja; la idea es sentir lo mismo por el niño de los bototos, pero no resulta), como iba diciendo, como me dijo hoy Ángel, que si hubiese un naufragio y llegáramos a una isla desierta, un abogado no serviría para nada (han cachado lo lúdico que es el trabajo del abogado, ver si las leyes calzan y puro seguir procedimientos), pero es cuasi indispensable en la organización citadina (donde todo es más complejo), entonces, ahí es cuando me vino el sentimiento medio nostalgia medio sin identidad, de que si termino saliendo de abogado, mis ideas de irme a vivir al campo se diluyen igual como las ideas de ser útil en un maremoto o en accidente de tránsito (sin polemizar, claro).
El permanente balance, entre estudiar en el punto confluyente de Santiago, frente a la Telefónica, como edificio símbolo, y al otro lado de mil semáforos, manifestación más evidente de la vida en ciudad, pero con el Forestal de patio trasero, que es lo más bello y citadinamente campestre de por ahí cerca, que es el lugar desde donde el alma habla y sueña, (con vivir en ese Santiago amable) y se vuela a Conce, al mar, a las vacas, a la lluvia, al frío, a la gente que habla cantadito, a todo eso, que esta alma aprecia y atesora tanto.