noviembre 30, 2006

una (sola) reflexión


Ayer mi mami, después de saludarme, subió a mi pieza y me dijo ‘murió Manuel’, ‘yaaa’ le dije yo sin poder esconder mi sorpresa, ‘si, me llamaron de Lebu para avisarme’.

Manuel era un primo de segundo grado que si bien mis recuerdos son de cuando jugábamos Atari cuando chicos e íbamos a atender el estudio fotográfico del tío Andrés, tengo que reconocer que la noticia me golpeó, porque, aunque estuviésemos preparados desde hace tiempo, por la condena de muerte a la que lo sentenció el cáncer, igual es fuerte enfrentarse al momento en que uno se da cuenta (o no se da cuenta siquiera) de que uno de los nuestros ya no está más.

Hoy en la mañana estuve parada frente al espejo como media hora pensado en lo frágiles que somos, en que las grandes eminencias son seres humanos y que llegada la hora chao no más; siempre he creído que cuando nos llega la hora nos llega y que mientras estoy escribiendo esto me viene algún patatún y se acabó, hasta luego será, por eso la gente se salva milagrosamente y otra se muere sin aviso previo. Pero la regla general es que la gente de 21 años no se muera y cuando pasa, es un remezón fuerte del piso y cuando es de cáncer, es doblemente frustrante, por entender que es el propio cuerpo el que lo mata a uno, nada externo, nada a lo que se le pueda culpar, el cuerpo funciona mal, una célula entendió mal las señales y se multiplicó como no era.

En fin, ando pa’ dentro, insisto, la gente de 21 años no-se-muere y menos la hiperactiva que le gusta tanto vivir.

noviembre 19, 2006

Pájaros en la cabeza

De chiquitita siempre me gustaron los pajaritos, bueno, las palomas en masa no mucho porque son un poquito asquerositas, pero a parte de eso, es re entretenido mirarlas como caminan llevadas por su cabeza y tienen las patas deformes y uno se imagina como rayos se deformaron las patas; además, no puedo desconocer que cuando iba al jardín me llenaba los bolsillos de migas y pasaba por la pileta que está al centro de la calle Concha y Toro en el Barrio Brasil y se las dejaba a las palomas. Tampoco desconozco que me gusta cuando cantan a las 4 de la tarde y yo estoy leyendo cosas-no-jurídicas y me siento tan fuera de Santiago.

Pero hay momentos en que soy capaz de odiarlos tanto... tanto tanto, porque tienen el feo gusto de sacarme pica (y como odio a la gente-cosas-animales que les gusta sacarme pica) y, además, tienen la subconciencia de remorderme la conciencia, porque, primero, se despiertan a las tres de la mañana y me joden la pita con ellos ya durmieron y me dicen “huichichiu leru leru nosotros ya dormimos y tu no, huichichiu lara la” y segundo, me dicen “como te vas a acostar si esta es hora de levantarse”....

Y oy! como los odio cuando me dicen esas cosas....

noviembre 04, 2006

La visita a la Feria

(sory, me quedó un poco largo el post... el párrafo que importa es el 5to.)


El jueves fue el día de la mujer en la Feria del Libro de Santiago, y como encuentro una ridiculez tener que pagar por ir a comprar libros, me aprovecho del día gratuito y de la discriminación ‘positiva’ por mi exceso de estrógeno en la sangre.

Estuvo lindo el paseo, aunque fue un día especialmente agotador (acostarse a las 3.30 a.m., levantarse a las 6 [una hora antes de lo común], estar en la U a las 8, salir de la prueba a las 9.45 [y que mi ayudante, al que adoro, me preguntara como me fue cuando en verdad ni me había alcanzado a ir] y a las 2 con la segunda parte de la prueba y a las 7.20 ayudantía [con el ayudante al que adoro] del mismo ramo que mantuvo mi miércoles feriado ocupado y el jueves agotado) había que hacer hora y nos fuimos a la Estación Mapocho.

Bien chori la Feria de este año, aunque no me regalaron agenda (al cabo que ni la ocupaba), estaba bien barata en comparación a los otros años, aunque no fuera San Diego y no encontrara a Pablo Simonetti rico y nunca viera Madame Bovary a luca.

Llegamos seis y a los seis segundos ya estábamos dispersos (a mis amigos no los vi más), soy incapaz de ‘vitrinear’ con compañía (a excepción de mi mamá en falabella que ya me tiene domesticada) y mientras miraba los títulos, con ansías de encontrar aquello ‘novedoso’ o el ‘regalo’ del día, escuchaba las conversaciones de la gente y me reía...

Porque la gente, en lugares como el cine arte, o exposiciones o ferias del libro se pone a hacer comentarios todos snobs y uno se ríe tanto porque ponen sus caras serias y su voz grave para decir “tu que opinas del último libro de perico de los palotes... yo lo compre el otro día en una tienda de Buenos Aires.... y chuchuchu” o “No entiendo porque los críticos pierden el tiempo hablando de Paulo Chuchuchin” y, luego una va y les mira las caras (detras de lo serio, claro) y tienen las mismas caras de una y entonces me río más.

Por lo que, finalmente, llego a la conclusión de que es más lindo mirar solita, para que no se le vaya a salir a uno todo lo snob que lleva adentro.



Al fin entendí la diferencia entre suspender e interrumpir (y fue bkn).