enero 26, 2009

Cambio de nombre**.

LUCAS, SUS LARGAS MARCHAS*


Todo el mundo sabe que la Tierra está separada de los otros astros por una cantidad variable de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que Margarita está separada de mí por una cantidad considerable de años caracol.

Al principio pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubiera terminado por llegar a Margarita, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido, no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuando se inició la marcha que lo fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube orientado con extrema precisión hacia el tumbo que lo llevara a Margarita. Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio sobrepasara la altura del tejado, los plateados cuernos de Osvaldo entrarían en el campo visual de Margarita para llevarle mi mensaje simpático; entretanto, desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación de sus trenzas y sus brazos.

Tal vez los años luz son todos iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar por su huella argentada que prosigue su marcha y que mantiene la buena dirección, aunque esto suponga pare el subir y bajar incontables paredes o atravesar íntegramente una fábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la verdad me hubiera valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Margarita, sentada en su sillón de terciopelo tosa, me espera del otro lado de la ciudad. Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos nietos; pero cuando se ama largo y dulcemente, cuando se quiere llegar al termino de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol. Es tan difícil, después de todo, decidir cuales son las ventajas y cuales los inconvenientes de estas opciones.

*Sí, el cuento psicópata de Córtazar que me gusta.

** Definitivamente el señor tortuga, ha de ser el señor caracol (y no se discuta más).

No había reparado en partes deslumbrantes del texto, que por razones de vergüenza no las destaco.




P.S.: Me voy a las Torres del Paine, no habrán señales hasta nuevo aviso. Cuídeme la casa.


enero 21, 2009

No frustraciones.

Hay dos cosas (oficios, decían en el colegio), bueno, muchas más, pero dos bastante en serio por la falta de talento, que me gustaría haber sido: periodista, pero no de la línea detestable, sino que de esos que se dedican a ser literatos, sino, abiertamente escritores; y música, no música en un sentido abstracto, sino que música de músico, de persona que hace música.

A parte de haber querido ser actriz, médico, bombero, astronauta y Rafael Cavada en la India o África.

Este verano, gracias a mi primo, descubrí cómo se usaba el guitar pro y tomé la guitarra y pucha que soy viciosa, en verdad, estoy contenta porque ayer logré mi primera canción (sin el guitar pro), de la Violeta Parra, facilita, pero un paso para mis torpes dedos izquierdos (y desgastados).


Dedos Gastados

enero 19, 2009

Díaz en casa.


La gente me mira extraño cuando les digo que para esta semana no tengo planes porque estoy en mi "periodo de enmimismamiento" y ahora siento extraño que no sea normal que la gente pase o requiera pasar (lo considero una necesidad) de estar solo, con uno mismo.
Entonces, como soy un ser extraño porque necesito pasar algún tiempo sola (nótese la simplicidad del silogismo), lo he aprovechado, no sé si tan a concho, porque tampoco me ha resultado mucho, pero al menos coincidió con que mi familia se fuera al sur y yo me quedara de ama de casa (que todavía no puede ordenar su pieza).

En verdad, a lo que quería referirme era que, con mi tiempo de soledad, aprovecho de salir a pasear por el barrio con mi perro (el perfecto compañero, como sabrá usted, que mueve más la cola que la lengua) y, de paso, de recrear un poco las ideas. De lado queda decir que tengo terribles ganas de escribir, pero cada vez pierdo más la costumbre, estoy por hacerle caso a Vila Matas y ponerme a escribir, describiendo cualquier cosa; por otra parte, la sensibilidad tampoco es la misma a la que tuve cuando anduve enamorada entre octubre y noviembre, en que mi mente creaba al mil por ciento y de eso, ay de mi, nada rescaté.

Mientras recreo las ideas, también siento la comodidad del barrio; hace poco, en una clase nos hicieron dar un discurso y hablè de mi barrio, desde ahí que nadie me ha venido a ver, y es que conté lo lindo y lo feo que era vivir acá y la conclusión era la misma indefinición constante de no saber si me gusta o finalmente mi barrio.

Tardes como hoy, o de verano en general, me gusta bastante, hay lindas casas y pasto y árboles; además, se está dando una extraña, pero rica migración de pájaros, antes había sólo gorriones y con malos ojos vimos llegar a las palomas, pero luego, apareció un zorzal solitario que se dio cuenta de lo cómo de vivir acá y trajo a sus compañeros (que son tan patudos que se paran en los espejos de los autos y no se arrancas de la gente, son geniales); aparte, llegaron varias parejas de tórtolitas, que en las mañanas y en las tardes se forma un concierto bien bonito, estridente, pero armónico.

Además, es agradable salir a caminar por harto parque, encontrarse con más gente que pasea a sus perros y recordar cuando desde mi casa se veía la carretera y el templo votivo de Maipú, ahora hay que conformarse con la luminaria que produce el esconderse del sol detrás de los edificios.

Pero llega la noche del sábado y la botillería de la esquina y los drogos y el invierno y no poder llegar muy tarde. No hay que ser mal agradecida y no desconocer que igual la música se acaba cerca de las 3 de la mañana; quizá toda la alaraca venga de mi trauma de cuando mataron al tipo a mis oídas y a tener miedo de que roben la bicicleta.

A parte de eso, los vecinos (los de acá) son buenos, hay almacenes con pan rico, hay harto árbol para capear el calor y hay recuerdos y sacadas de pica de que son pocos los niños que salen a jugar a la calle como lo hicimos nosotros... pucha que me gustaba jugar al tombo.

enero 10, 2009

Vivi, la exploradora


En junio o julio me colgué del viaje de una amiga a las Torres del Paine, con parte de la beca me compré el pasaje y ahora, en pocos días, partimos a Punta Arenas.

Es de las cosas pro que más amateur he hecho, como que al tiempo caché que para hacer los circuitos de trekking había que prepararse un poco y eso me ha puesto de mal humor, por la plata extra que he tenido que gastar equipándome.

Pero el fin de semana pasado me fui al Cajón del Maipo, con unos amigos de la iglesia, y lo pasamos filete; ahí caché que no estaba tan mal para caminar su buen par de horas y eso me subió la moral. Internandome en el tema, de chica me gustó hacer senderismo y ahora tengo las ganas locas de dedicarme al montañismo en serio, es que no hay nada más espactacular que ver el mundo desde una buena altura (y con los labios partidos y el sol pegando duramente en la nariz y los hombros).

Le tengo ganas y esperanzas al viaje, primera vez que salgo de mochileo y estoy harto ilusionada; además, casi sin quererlo y por esas bendiciones que da Dios no más, me voy a parajes que solo en sueños pensaba conocer.

Ah, feliz 2009!.
PS: Las fotos son a partir de mi regalo de navidad... filete!