marzo 08, 2006

Mejor que shht.


Han sido duros estos últimos días, aterrizaje forzoso en Santiago, encontrarse con la gente (en sentido genérico) y las masas y las micros y los tacos y toda esa parte poco atractiva de Santiago, encontrarse con una Escuela sin patio y, por tanto, sin espacio para el esparcimiento con más masas de gente porque estamos todos aglomerados y el dolor de cabeza al final del día, encontrarse con una especie de ex que no dirige palabra y resulta que el tema se había olvidado (durante las 2 últimas semanas de febrero) y no saber como enfrentarlo porque la pena había sido superaba y se cumplió la peor de las alternativas del reencuentro (no, en realidad la alternativa E era las más fuerte), pero lo peor de todo (y hay que reconocer que es lo más triste) es encontrarse con una grupo de amigos que ya no son eso y es que confieso que de verdad no logro entender.
Este último tiempo, léase los dos últimos años al menos, he aprendido varias cosas (a costalazos como siempre, porque se me ocurrió ser porfiada), que todas lo que pasa es por algo, generalmente bueno, así que hay que aguantarse; que en la naturaleza absolutamente nada es absoluto, así que si se está estable por un lado, existe el desequilibrio por otro; que se puede lograr crear cariño en otra persona, pero si no hay química, chao, se esta frito; lo cierto de esa frase que ‘todo se paga en esta vida’; pero, sobre todo, a costalazo limpio aprendí que la boca castiga y he ahí el punto que ahora cuesta entender, pensé que la boca castigaba las malas acciones o los malos dichos más bien, entonces, ahora tener que retractarme de decir que lo que más agradecía de estar en derecho era el grupo de personas con las que me había encontrado es una cuestión que me desconcierta. Si bien me acuerdo que a fines del año pasado me daba lata ver que sí existían personas que pensaba que no existían, las cuentas eran alegres al ver que era genial pensar que había encontrado gente genial; pero ahora, por buscar la salud mental, viene la sarta de críticas junto con la expulsión del grupo y he aquí a donde quiero llegar con el post, (por favor póngase el violín de la lista de Schindler de fondo) y es a pedir disculpas si alguna vez incurrí en tal acto, porque pucha que es doloroso, sobre todo cuando hay cariño de por medio, darse cuenta de que un grupo funciona mejor sin uno dentro.
Siempre con tantos amigos y sin saber quererlos demasiado que alguna vez tenía que pasar el cuento del ‘no moleste’ y que duro es entenderlo (ahora pienso en mi Shiki y el tema con las pajeras, perdón si alguna vez actúe así), así que no quedará más que esperar y ver que se aprende de esto (a ser indiferente ya no hay caso que lo consiga aprender).

P.S: vean ‘En la Ciudad’, una buena película española.