Córtazar y los virgo.
Llegando de Conce, tan lindo que es Conce, tan en casa, ojalá se necesiten abogados en Conce (dado que no podré trabajar en Santa Juana), aunque, siempre, tan prescindibles ellos.
Arauco, llegar acá a las 3 de la mañana, viento frío (muy frío) y yo sin parka, por no entender que es el sur, amancer con dolor de garganta y sigue el viento y volver a bañarse en arena, no, que lata.
Más de una semana en Lebu es como mucho, pero semana Cortaciana y tan lejos del mundo ese que los comentarios los tengo que hacer sola; al fin, creo, que logré derrotar ese muro que existía frente a mi tío y pasó de la mudez a soltarme monosílabos.
Me enfrenté por primera vez a J.C. hace unos cinco años, por el Bibliometro (como siempre, en ese entonces) y el comienzo fue prometedor, hasta que chocamos y Cortázar no me habló más. Una relación tan virginiana, como concluimos después con Eva; ella me comentaba que existen(ían) tres tipos de virgo, los mierdosos, léase presumidos y arrogantes (no conozco famosos como para ejemplificar); los buenitos y ahueonados (léase Benedetti o yo, según ella) y los genios (acá está don Julio), además, existiría una diferencia entre los virgo de agosto y los de septiembre, pero de eso no me acuerdo.
A partir de la clasificación, empecé a entender mi relación con ciertos personajes, con el primer tipo, caerse bien mutuamente, pero nunca amigos intímos; con el segundo, la relación bella y cordial (aunque envidie al tío Mario completamente) y con el tercer tipo, tan coincidentemente (con las dos especies que he conocido) se ha dado el principio prometedor, pero luego el quiebre y la envidia carcomiendome (o nos, eso nunca lo tuve muy claro).
El punto es que ahora, la Maga y Oliveira (sobre todo Horacio), se convirtieron en mis buenos compañeros vespertinos y ya no sé si el que me llama es Córtazar en él o en Rayuela, pero de que voy alucinando voy y con razón la gente decía tanto, o al menos, será una tregua a la relación acostumbrada de amor - odio.
Mañana fuera de civilización al fin, en busca de más frío y con un breake que, menos mal, ya empieza a funcionar.
"Entre la Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando mas, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros".
(extracto Cap. 21, Rayuela)
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