Mala Racha
El desequilibrio vino de a poco, se abrió el agujerito y comenzó la gotera y el techo está que se rompe, pero hay que aprender a ser valiente.
Son varios los post en que me he dedicado a llorar, porque ya van tres meses en que la piel ha tenido que endurecerse y venir y aceptar y sonreír (porque siempre hay cosas peores, yo le creo a Murphy en que ‘sonríe, mañana será peor’), pero ya me había acostumbrado a que todo funcionara de perilla y bancarse la mala racha es una cuestión compleja.
Que a quienes quiero no me quieran, que a quienes quiero y me quieren están tan lejos, que en la familia las cosas estén tirantes, que casi choco el auto y ahora me dio miedo, que no entienda procesal, que mi grupo de amigos cotidianos tambaleé, que mi abuela no me quiera, que tengo que dirigir un grupo y tan sin gracia para eso, que no tenga patio en la Escuela y que el ruido no pare, que no tenga biblioteca silenciosa, que tengo ganas de llorar y no me dejo (porque me deprimo por ridiculeces) y tengo miedo porque viene una tras otra.
Partió por fallar una parte y ahora me ataca por varios flancos (mientras no sean todos, mantendremos la cordura), pero es altamente preocupante aguantar la respiración bajo el agua, sobre todo, cuando se asume que son factores externos que, sin ganas, sin fuerzas o sin una manera para dar abasto, no se pueden revertir y resulta que no se sabe si se tomó suficiente aire para aguantar quizá cuanto rato y con quizá cuantos litros más de agua encima.
Espero que la gente bella que me soporta, aguante mis carachos y mi somnolencia, porque recién me re habitúo a la etapa de la apnea.
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