septiembre 16, 2005

El sueño tendido al sol

Así fue, colgué el sueño y luego el sol fue tan fuerte que no me dejó salir a buscarlo y se resecó, ahí está, decolorándose, perdiendo el brillo; está más cómodo para la vista acá dentro, está fresco, simpático y me agrada, de vez en cuando miro por la ventana, me baja algo de nostalgia, pero, insisto, el sol es muy fuerte y no lo puedo ir a recoger.

Ayer fui a la ceremonia de investidura de mi primera carrera, de obstetricia, la doña que me abrió las puertas de este mundo que ahora disfruto tanto, me bajó la pena, pero solo por un ratito, yo quería delantal blanco, yo quería una piocha (pero que dijera "medicina"), yo quería ser útil, yo quería trabajar con zapatillas, yo quería una posta rural, yo quería saber cosas que la gente común no sabe, yo quería un estetoscopio burdeo, yo quería pasar noches en vela (y no haciendo trabajos precisamente), yo quería poder, pero no pude.

Fue linda, fue extraño, ver que de los cien pelagatos que llegamos, quedan apenas cuarenta, ver a quienes empezamos el camino fuera del cubito del colegio juntos, las tardes del lunes en el Barros Luco, peleando por los trabajos de psicología, el pique de Independecia a San Miguel (ese fue el recuerdo más que tuve presente), y la mayoría con cara de matrona, tan grandes que están esas cabras.

Y el mundo sigue en esta trinchera, de las letras, tanta cosa poco práctica, pero me entretiene, no me asusta, me agrada tanto tanto, mientras no mire por la ventana y vea como se deshilacha el sueño.