agosto 23, 2005

Manzana Verde



Siempre he sentido una especial nostalgia por la infancia, no sé si porque significa una época de seguridad, porque me sentía completamente independiente dentro del mundo de mi pieza, porque el mundo fuera de mi pieza era más lindo, porque mi mamá y mi papá me podían tomar en brazos, porque en el jardín infantil dormía siesta o porque era una época totipotencial en que absolutamente todo faltaba por hacer.
Cuando empecé a crecer y miraba a la gente más grande (que siempre es TAN grande) y los veía tan poco niños, me decía “yo no quiero ser así”, supongo que la vida modela y a pesar de mi huida constante del mundo maduro, hace rato me vengo viendo con actitudes que tanto desprecié, pero hoy rebalsé el vaso u hoy me vi claramente.
De chiquitita fui muy enamoradiza (que nunca me resulte nada, es harina de otro costal), por eso ahora concuerdo en tantos puntos con Freud, que mi amiguito del jardín (el José Luis), que mi vecino ( el Felipe ), que el amigo del furgón (el Rodolfo, que años más tarde me lo encontré en el preu), cuando me dijeron que estaba permitido que a una le gustaran los profes , encontré guapo al profe de música (Carlos Reyes), yo iba en 5to básico. Llegué al liceo (uno) en 7mo. y vino la batahola (hormonas en revolución, ya sabe), entonces el niño institutano (Marcelo) y el profe del taller literario (Bargetto) y en 8vo. el practicante de música (Marcos) y ahí, empezó la historia, la manera en que se enamoraría la niña hasta hoy, tan sicópata, tan obsesiva, tan loca; en 1ero el profe de historia (Cabezas), cuento que me acompañaría hasta 5to medio.
Siempre me he definido como romántica, no solo con el trillado tema del amor, sino que en todos los ámbitos, el romanticismo como estilo de vida, entonces cuando ando toda “enamoramientada” con mayor razón hago cosas algo “extrañas”; pero luego de mi última experiencia (el cuento de 1ero a 5to medio) me dejó mal, por dejar mensajes en la pizarra, en el auto, en el celular, por almuerzos de rutina, por conversaciones a toda hora, por seguimientos extraños, por periodo fértil (demasiado fértil) de poesía, por uno que otro lloriqueo, resulta que me han calificado de psicópata, obsesiva y media loca (reconozco y asumo todos los cargos), pero quién no se ha enamorado alguna vez así en la vida, tal vez porque son cosas inherentes a mi, encuentro que el cuento es más entretenido así.
A que voy, hoy una amiga me dijo: “ayer vi Amelie y cuando la veo me inspiro y se me ocurrió una idea genial”, (hay que saber de antemano que encuentro demasiado guapo un niño de la U, de segundo y del que solo sé su nombre, que es genio, que es ayudante de mi profe genio y que es guapo), y mi amiga me dice: “podrías seguir a tu niño, ver donde vive y mandarle cartitas anónimas” y, entonces, me espanté, juro que me espanté, no por lo enfermizo que suena, sino porque me vi en el pasado, desde una distancia bastante considerable y reconocí lo patético que había sido. Hasta que me asaltó la duda, por qué lo veo patético?, porque el mundo me lo hizo ver patético?, porque (por la cresta) crecí y ahora lo veo patético?, si lo disfruté, era demasiado entretenido ese pasado sicopático. Y ahora, le dije que no, que ya no hacía esas cosas enfermizas, pero porque me condicioné (y este es el punto) a verlas enfermizas y me da miedo seguir viendo el mundo con ojos de grande y falta tan poco para cumplir 20 años.