septiembre 30, 2004

La vida te da sorpresas ...

De vez en cuando ocurre esto de que la vida entregue sorpresas, los días están plagados de pequeñas coincidencias, aquellos detalles que hacen de este cuento algo más llevadero, pero sorpresas macro, de esos encuentros inesperados y, redundo, sorprendentes, son pocos.
La pequeña sorpresa de hoy ocurrió en uno los lugares que he comenzado a frecuentar, la Biblioteca Municipal de Providencia (ya queda tan poco tiempo, que hay que buscar de lugares estratégicos para rematar el estudio pre PSU), sitio que frecuentan mayormente estudiantes de derecho, de la católica creo, y como soy de carne, siempre llama la atención algo por ahí. Hoy llegué temprano y me ubiqué en una mesa doble, la que, en una de sus mitades, estaba ocupada, sepa yo por quien, pero con un Boletín Oficial de la República de Chile apoyado la tabla divisoria (entre su espacio y mi espacio), dándose esas gratas coincidencias de que cuando apareció el dueño de los apuntes y del boletín, era aquel tipo de rostro agradable que había visto ayer. Esas si que son coincidencias, ya, después de haber desaparecido del Liceo 1, y por lo tanto de Jorge, se me había olvidado esto de la magia de los días; creo que los estoy re descubriendo y eso es magnifico.
Pero la sorpresa macro, de esas que causan emoción y que me traen a la cabeza esto de que mientras más pasa el tiempo hay mayores probabilidades de encontrarse con gente que se ha dejado de ver hace mucho mucho tiempo y, por lo tanto, sentir como ese mismo tiempo (directamente proporcional, de hecho) ha pasado y, definitivamente, no en vano. Voy al grano, hoy, mientras esperaba que llegara la profesora de biología a la sala, una niña me llama y me pregunta que como me llamo, me identifico, ella me dice quien es y WOW, la gran sorpresa, luego de seis años, me vengo a encontrar con mi amiga intima del colegio, de la básica, de 1° a 6° en el colegio María Luisa Villalón, de esas amigas que se recuerdan ya no solo con cariño, si no que con nostalgia, de recordar el primer pijama party (de cuando hicimos galletas con mayonesa y por el calor, el aditivo amarillo, lógicamente, se torno asqueroso), de los tiempo de Adrenalina, de los cassettes que tengo de ella, de un vidrio lleno de stickers, idea original suya, de los peluches que nos intercambiábamos y que aun adornan mi pieza, de Av. Lo Espejo (aunque ya no vive ahí), de tantas cosas, por Dios, de la más tierna infancia, del tío del furgón, de las “Santas Misas”, de la Primera Comunión, de la María (que en Paz descanse), de los profes, de las monjas, de las tías, del medio pupilo, demasiados años aquellos, demasiados años estos que han pasado. Genial esto de comprobar como lo que se vislumbraba por allá en el ’97 se cambiaba o se desarrollaba definitivamente, cuando me dijo que quería estudiar psicología, sí!, era obvio, o ver nuestros rostros con aquel acné incipiente ya demasiado desarrollado, ella sigue gigante y flaquisima (causa de su apodo más recordado “la kilometro parado”) y yo con mi linda contextura de “osito de peluche”, no me acuerdo bien en que ramo le iba bien a ella, pero lo que se venía venir, me convertí en genio de historia, ella siguió la moda (como antes) y anda toda top, yo sigo anti moda y ando toda mamarracho (como siempre, solo que ahora no me amarro el chaleco a la cintura) y en fin, WOW, definitivamente WOW. Porque no es solo acordarse de nuestras andanzas, si no que de las andanzas de todo grupo, de todo el curso y de toda aquella generación. Del tetrix, de las leyendas del colegio, de Papelucho (hasta de Papelucho!).
Sí, es por estas cosas, que guarda cada día, que es grato despertarse por la mañana, por que nunca se sabe, desde donde se encuentraran los temas para publicar en el blog.