agosto 23, 2004

Algo que agregar...

El desayuno de hoy tuvo un sabor distinto, un sabor desacostumbradamente dulce, porque nos acostamos viendo a un Chile feliz y nos levantamos formando parte de ese mismo país, porque ya no hubo un casi, porque ya no hubo "eterna mala suerte", porque al fin se cantó victoria en un pueblo acostumbrado a las derrotas que nadie espera, porque la bandera chilena flameó en lo más alto del podio, porque en un país extranjero se cantó el himno nacional con toda el alma y con justa razón, porque las lágrimas siguen contenidas al obtener un triunfo de los que Chile nunca obtiene, porque se siguen encontrando razones para sentir el orgullo de ser chilena. El día estaba hermoso porque en el mundo se hablaba de ese país que queda a la cresta del planeta, o que simplemente no queda, ese país que salió penúltimo en el desfile inaugural, que la televisión no mostró ni treinta segundos; el día estaba hermoso porque la prensa tendrá de que hablar en el próximo mes y en el subsiguiente, pero no nos cansaremos de ver las imágenes del feña y del nico ya sin físico, pero con corazón, ganando puntos en momentos en que todo se veía perdido, porque habrán dado la vida por dólares (como dicen algunas lenguas y que va, son grandes gracias al propio esfuerzo), pero los oros son chilenos y (como dijo Eva), estamos vivos para verlo. Los chilenos estabamos hermosos porque, al fin, los planetas se alinearon a favor de este pedazo de tierra, porque los dioses jugaron a favor de Chile, porque fueron tres las coronas de laurel, porque los alemanes se picaron y porque massú le ganó al gringuito, porque no hubo excusa, no se necesitaba; porque celebró el rico junto al pobre, porque el Ce-Hache-I se gritó de cordillera a mar, porque el suplementero vendía sus diarios con más ganas, porque la portada del Mercurio y La Cuarta tenían la misma noticia, porque en la gerencia se hablaba lo mismo que en los talleres, porque dio lo mismo si se celebraba con vino, con pisco, con cerveza o con coca cola.
Porque las medallas serán del feña y del nico, pero son los primeros oros chilenos, y eso hay que festejarlo, porque la alegría le hace bien a este pueblo de isleños y que nadie me diga lo contrario.