agosto 27, 2004

22 de agosto

El fin de semana pasado, específicamente el sábado, mientras el feña y el nico se sacaban cresta y media jugándole a los alemanes, yo me dirigía al cine con la idea fija de ver Machuca, con un descuento que llevaba Eva (2 en realidad, uno para mi otro para ella), pude ver la película a $1500 además de comerme un paquete de cabritas (o pop corns, ahhh). A cerca de la película, está muy bien hecha, aunque de historia simple, al tipo Wood ese, le quedó harto linda, pude RECREAR las imágenes de lo que me ha contado mi mami a cerca de su infancia, así que eso de que está “dedicada a los niños de ayer”, me imagino que ha de ser bastante cierto.



Pero a lo que iba era lo siguiente; luego de salir del cine, tenía claro hacia donde iba a dirigir mis pasos, al Teatro Municipal de Ñuñoa para ver a Angel Parra Trio gratis, en el marco del festival de jazz que organizaba esa comuna. En el camino, nos detuvimos en las afueras de un local (que arregla teles y tenía 5 sobre un mostrador con TVN transmitiendo el partido) a ver el último set del juego por las primeras medallas de oro para la patria y en medio de la calle, nos cayó esa linda noticia, por lo que el día iba perfecto. Ya en el teatro, primero se presentó la Big Band Jazz y cerró el festival, que había comenzado el viernes, Angel Parra. Estuvo muy genial (al menos fue Julián, que, cuando tocaron en mi colegio, no se había aparecido), pero el punto destacable es que gratuitamente me pude sentar en una cómoda butaca, en tercera fila, pude disfrutar de buena música, con buen sonido y en un ambiente muy agradable, por decirlo menos, y eso se agradece; se agradece el respeto, la calidad y el amor al arte.
Por lo que ese día se convirtió en uno de aquellos que son la tregua dentro de la rutina, de esos que pueden ser siempre, pero que no siempre están dispuestos a ser.