Cepillo de Dientes
Ayer cambié mi cepillo de dientes, ese objeto personal e intransferible (como quedó claramente definido en la obra "El Cepillo de Dientes" de Jorge Díaz), más personal que la cama (para quienes dormimos solos) o los zapatos (que ya quedándole buenos a mi hermana, comenzara un extraño trueque, ya lo vislumbro); cambiar el cepillo de dientes, una rara costumbre en mi, considerando que un cepillo puede durarme tantos años como sea mi ímpetu consumista, ese de ir a un supermercados y entre no comprar nada y comprar algo, mejor comprar un cepillo de dientes; en este caso no fue así, como ya estoy acostumbrada a que los domingos se duerme hasta tarde o hasta muy temprano para ir a la Escuela Dominical, no se está prepara a la hora de ir de compras para la semana, por lo que papá o mamá preguntan "¿qué vas a necesitar de super?", por lo que respondo, que un cepillo de dientes. Ya lo tenía fríamente calculado, la noche anterior observé mi viejo cepillo con mango azul y le dije "ha llegado tu hora de descansar", o al menos de servir para otra cosa (aunque en mi boca, nunca se uso mucho), no, favor olvidar el último paréntesis, no le quiero quitar méritos a aquel, futuro, olvidado compañero.
Solo me bastaba recordar que por lo menos en octubre del año pasado, me metí ese cepillo a la boca y le sentí algo extraño, lo miré con cara interrogativa, con alguna pizca de asco, sabiendo que en la pieza contigua al baño dormía mi abuela a la que le había visto un cepillo igual al mío; golpeo la puerta (era ya de noche, con lo que se da a entender que cuando me lavo los dientes es siempre de noche) y le pregunto que si por casualidad no había confundido los cepillos, ella me dijo que no, que antes de venir, había comprado unos nuevos, incluso me los mostró, pero juro que ahí vi a mi cepillo (que por poco uso, también estaba nuevo) y el que yo tenía en la mano tenía el mango algo gastado, así que ESE era el mio. Para no discutir con mi abuela, me quedé con el cepillo de dientes que estoy segura era el de ella y como pasó tanto tiempo sin que lo usara, mi boca se adaptó fácilmente.
Con mi nuevo cepillo de mago azul gastado, vivimos los últimos meses de cuarto medio, la licenciatura, la depresión post PSU, las vacaciones de verano, el primer semestre de U, las vacaciones de invierno, hasta ayer, en que a mi boca entró un nuevo cepillo de dientes con mango fucsia, suaves cerdas, centro azul, y que sigue siendo DENTO.-
Solo me bastaba recordar que por lo menos en octubre del año pasado, me metí ese cepillo a la boca y le sentí algo extraño, lo miré con cara interrogativa, con alguna pizca de asco, sabiendo que en la pieza contigua al baño dormía mi abuela a la que le había visto un cepillo igual al mío; golpeo la puerta (era ya de noche, con lo que se da a entender que cuando me lavo los dientes es siempre de noche) y le pregunto que si por casualidad no había confundido los cepillos, ella me dijo que no, que antes de venir, había comprado unos nuevos, incluso me los mostró, pero juro que ahí vi a mi cepillo (que por poco uso, también estaba nuevo) y el que yo tenía en la mano tenía el mango algo gastado, así que ESE era el mio. Para no discutir con mi abuela, me quedé con el cepillo de dientes que estoy segura era el de ella y como pasó tanto tiempo sin que lo usara, mi boca se adaptó fácilmente.
Con mi nuevo cepillo de mago azul gastado, vivimos los últimos meses de cuarto medio, la licenciatura, la depresión post PSU, las vacaciones de verano, el primer semestre de U, las vacaciones de invierno, hasta ayer, en que a mi boca entró un nuevo cepillo de dientes con mango fucsia, suaves cerdas, centro azul, y que sigue siendo DENTO.-
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