marzo 13, 2005

hora invernal

Extraño esto de que le cambien la hora a uno, no solo porque todavía ni me acostumbraba al horario de verano y ya me tiran esta linda conformación horaria, en que a pesar de que el día (con luz, cuál es límite entre día y noche?) sea más corto, se tiene ánimo hasta más tarde por la invención de poder dormir una hora más, o sea, hay cuerda para más rato.
Pero el punto es qué pasó con las primeras 12 de anoche, cuando de repente vuelven a ser las 12 (pobrecita ella), viene esta cosa extraña, especie de Leviatán, que, tratando de solucionar aquello de robarnos una hora por allá en octubre, decide, arbitrariamente, regalarnos una hora de más y hacer que cuando son las 12.45 ya tenga hambre, pero resulta que es muy temprano y no me quieren dar almuerzo.
En "I.Q. fórmula para amar", uno de los científicos locos, amigos de Einstein, tiene la genial ocurrencia de defender la teoría de que el tiempo no existe, porque es imposible decir la hora exacta (y ni que uno se pasara de pillo y dijera la hora con el segundo siguiente, y ni considerando los 0.3 segundos que se demora un cerebro en captar lo que dice otro, ya hay una fracción de segundo se pierde irremediablemente) entonces, el único tiempo que existe es el futuro, pero cuando pensamos en el futuro, ya es presente y uf, se esfumó de nuevo; es ahí cuando recién le empiezo a creer al tipo de la película, en que el tiempo no existe, al menos no antropomórficamente. De hecho, hay lenguas indígenas (y ellos cachan más que nosotros del tema, porque tenían más "tiempo" y para ellos es importante pensar) en que no existen los tiempos verbales, hablan solo en presente, aunque eso, lo explican, que es porque la vida era tan corta, que no valía la pena hablar en futuro, para ellos era improbable; pero así y todo, debe de existir una explicación más fundamental que esa.
La cosa es que el señor tiempo ha de ser una joda más de quién lance los dados.