Desencanto, pesimismo, que sé yo...
Hace poco, a causa de unos mailes, me encontré con el tío Mario, a quien había dejado olvidado junto con la insignia amarilla de L1 y mis recuerdos de la amistad escolar con la niña Carolina.
Pero reapareció, y como Tempore es tan poco obsesiva le dio pesado y se puso a recorrer el “Rincón de Haikus” para ver si encontraba algo ad hoc a un amigo y a parte de eso, se encontró con lo siguiente:
“qué linda época
aquella en que decíamos
revolución”
Mañana se vota paro en la escuela, por los deseos románticos de unos cuantos de rehacer ese pasado tan cercano en que las revoluciones existían, cuando las personas aún creían en algo, cuando los estudiantes no eran calificados como masa “hijitos de papá” inconcientes que no saben lo que piden, cuyo único fin es fregar un rato la pita.
No vemos soluciones cercanas, ni posibles, en lo personal, me he sumido en la desilusión, por el pequeño golpe, de hace tres meses, contra el muro de concreto (no me pida más, todavía tengo la nariz rasguñada); pero sé que no soy una individualidad, están quienes creen que la movilización va a lograr algo y con las marchas lo único que se consigue es que unos cuantos compañeros pasen la tarde en una comiseria, que otros cuantos terminen mojados y con la garganta y otras partes del cuerpo bastante mal trechos o que nos ataquen en la misma escuela haciendo trizas los vidrios. Están los que creen en el diálogo y terminan en las marchas porque la anestesia no les hace efecto. Al menos estos dos grupos tienen esperanza, creen en el milagro de hacer que los que ayer defendían una sociedad más amable, recuerden por lo que un día lucharon.
Y están los desencantados, quienes miran con tristeza aquella época en que los cambios eran posibles, en que se moría por un ideal (se construían y botaban muros), aquella época en que soñar era posible.
Hoy se lucha contra la prensa que tergiversa todo, que dice que estos niñitos no quieren darle crédito a sus compañeros de universidades privadas; lucha contra el gobierno que les promete que el fondo “solidario” no va a ser tocado (y nos preguntamos, por cuánto tiempo); lucha contra la opinión pública que dice que son cabros que no tienen que hacer y que por qué mejor no se van a estudiar.
Entonces que toca, mañana eligen paro, para qué?, para ver desde la casa como el presidente de la república de chile promulga la ley que termina por privatizar las necesidades básicas, que justifica la mediocridad de educación que entrega (insisto, el los colegios municipales no se paga, para juntar la plata de la universidad privada), que cede los recursos para que siete pericos se hagan la américa, para que siga creciendo la masa ilustrada que vende su mano de obra por $10, para que sigamos hipotecando la vida por sacar un título (y eso que yo solo pago la mitad de lo que paga otro que le faltaron 5 puntos para estar acá), votaremos paro para que, tirados en el sillón, miremos aquella época en que decían, y creían, en la revolución.
Pero reapareció, y como Tempore es tan poco obsesiva le dio pesado y se puso a recorrer el “Rincón de Haikus” para ver si encontraba algo ad hoc a un amigo y a parte de eso, se encontró con lo siguiente:
“qué linda época
aquella en que decíamos
revolución”
Mañana se vota paro en la escuela, por los deseos románticos de unos cuantos de rehacer ese pasado tan cercano en que las revoluciones existían, cuando las personas aún creían en algo, cuando los estudiantes no eran calificados como masa “hijitos de papá” inconcientes que no saben lo que piden, cuyo único fin es fregar un rato la pita.
No vemos soluciones cercanas, ni posibles, en lo personal, me he sumido en la desilusión, por el pequeño golpe, de hace tres meses, contra el muro de concreto (no me pida más, todavía tengo la nariz rasguñada); pero sé que no soy una individualidad, están quienes creen que la movilización va a lograr algo y con las marchas lo único que se consigue es que unos cuantos compañeros pasen la tarde en una comiseria, que otros cuantos terminen mojados y con la garganta y otras partes del cuerpo bastante mal trechos o que nos ataquen en la misma escuela haciendo trizas los vidrios. Están los que creen en el diálogo y terminan en las marchas porque la anestesia no les hace efecto. Al menos estos dos grupos tienen esperanza, creen en el milagro de hacer que los que ayer defendían una sociedad más amable, recuerden por lo que un día lucharon.
Y están los desencantados, quienes miran con tristeza aquella época en que los cambios eran posibles, en que se moría por un ideal (se construían y botaban muros), aquella época en que soñar era posible.
Hoy se lucha contra la prensa que tergiversa todo, que dice que estos niñitos no quieren darle crédito a sus compañeros de universidades privadas; lucha contra el gobierno que les promete que el fondo “solidario” no va a ser tocado (y nos preguntamos, por cuánto tiempo); lucha contra la opinión pública que dice que son cabros que no tienen que hacer y que por qué mejor no se van a estudiar.
Entonces que toca, mañana eligen paro, para qué?, para ver desde la casa como el presidente de la república de chile promulga la ley que termina por privatizar las necesidades básicas, que justifica la mediocridad de educación que entrega (insisto, el los colegios municipales no se paga, para juntar la plata de la universidad privada), que cede los recursos para que siete pericos se hagan la américa, para que siga creciendo la masa ilustrada que vende su mano de obra por $10, para que sigamos hipotecando la vida por sacar un título (y eso que yo solo pago la mitad de lo que paga otro que le faltaron 5 puntos para estar acá), votaremos paro para que, tirados en el sillón, miremos aquella época en que decían, y creían, en la revolución.
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